miércoles, 17 de febrero de 2010

Soy Feliciano

Aprovechando la coyuntura del peculiar pase de lista de la pasada clase, he decidido contar la historia de mi segundo nombre, Feliciano, el cual utilizo con muy poca frecuencia y que hasta llego a considerar como ajeno a mi identidad.

Mi segundo nombre fue idea de mi papá, o más bien, imposición. La relación entre éste y mi abuelo fue muy estrecha y llena de enseñanzas de vida muy valiosas, por lo que es comprensible que tras su muerte quisiera darle su nombre a su primogénito, es decir yo.

Mi abuelo murió muchos antes de que yo naciera, nunca fue una imagen viva en mi mente, sólo me formé ideas de él gracias a los recuerdos de mi papá y el entusiasmo con que mi mamá me contaba de sus cualidades humanas. Gracias a esto logre despertar un sentimiento de cariño hacia mi abuelo y mucho de lo que me decían de él lo veía reflejado en la personalidad de mi papá.

No obstante, nadie se refirió a mí como Feliciano en los primeros 8 años de mi vida, para todas las personas era “Juanito”, lo cual impactó en la construcción de mi identidad, pues todo lo bueno o malo que hiciera eran acciones de un individuo llamado Juan, nunca de un Feliciano.

En tercero de primaria me cambié de colegio y la maestra al pasar lista me preguntó cual de mis dos nombres prefería, a lo que yo respondí sin dudarlo: Juan. Desafortunadamente, ella mostró poca voluntad por respetar de mi decisión y a partir de ese momento se refirió a mí como Feliciano, propiciando que todos mis compañeros hicieran lo mismo y causándome una gran incomodidad, simplemente no me sentía yo.

Estuve en ese colegio hasta concluir la secundaria y nunca volví a ser Juan ante la masa social, sólo quienes eran mis amigos cercanos me llamaban Juan, lo cual yo valoraba sobremanera. A llegar a la preparatoria me aseguré de ser conocido como Juan, y prácticamente hice todo por sepultar a Feliciano. Le imprimí de nuevo vida a Juan, haciéndo muchas cosas que las personas asociaran con ese nombre y afortunadamente todo salió bien, al estilo de “Sting” o “Madonna”, en la preparatoria fui “Juan”.

Al llegar a la universidad pude mantener con vida a Juan e incluso recuperé al “Juanito” de mi infancia, además de descubrir nuevas modalidades de parte de mis amigos como “Juanillo”, “Juanelo”, “Juancho” y “Juanchik”, ésta última creación de mi profesora de ruso. Asimismo, me di cuenta de que el ambiente universitario te exige un apellido, pues tienes que responsabilizarte por todo lo que hagas, pero afortunadamente todo se ordenó para poder ser hoy Juan Ascencio.

No me puedo deshacer de mi segundo nombre y ni quiero hacerlo, existe una razón muy bella para tenerlo; junto con el de Juan- nombre de mi papá- encierra una historia de superación, liderazgo y moralidad de la que quiero ser parte. Soy Juan, la persona a la que todos ustedes conocen, pero también soy Feliciano, un eslabón de una cadena de lucha y esfuerzo que me produce un gran orgullo.

3 comentarios:

  1. mmm... me "sonó" a uno de tus discursos, parece que te veía en un podio defendiendo los derechos de los Felicianos o algo así. Ya en serio, me parece muy bueno que seas capaz de imprimirle esa fuerza a las palabras y transmitir emociones.
    ;D

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  2. Creo que concuerdo contigo, tampoco relaciono el nombre Feliciano, contigo, pero me agrado tu relato, muy bien estructurado!

    Esta es la prueba de que ya pude poner un comentario jiji y que bueno que te recordo que tienes que escribir!
    Salu2!

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  3. Al menos no pasas burlas por ello, como yo: "MARIA JOSE"...siendo Tú uno de los ingeniosos en cambiarlo (¿lo recuerdas?), pero bueno, debemos aprender a vivir con ellos, finalmente, la combinación de ambos nombres suena bien.. jaja, telenovelezco, ¿no?
    TQM J.F.--> M.J

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