Mucho se comenta acerca del Congreso de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales (AMEI) y la mayoría de las cosas no son positivas. A pesar del fuerte prejuicio que tenía hacía dicho evento, y gracias a la labor de convencimiento de algunas personas, me animé a ir. Lo que más me preocupaba era que todo fuera fiesta y que las conferencias no cumplieran mis expectativas, pero por fortuna, me llevé una grata sorpresa.
Si bien se le destina una parte del tiempo a momentos de convivencia, el Congreso resulta una experiencia académica buena. Para empezar, participan profesores de la facultad de los que siempre quieres ver más, así como profesores de universidades muy diversas que enriquecen el abanico de enfoques sobre ciertos temas. Un aspecto que me parece fantástico es que haya en total 108 mesas, pues de esta manera puedes elegir aquellas que más se apeguen a tus intereses.
Resultó muy satisfactorio ver a jóvenes de nuestra facultad tan comprometidos con la investigación y el desarrollo de conocimiento, lo que sin duda es una de las fortalezas de nuestra universidad, y a la vez un rasgo definitorio. Muchos de los adjuntos que actualmente trabajan en la facultad expusieron los temas sobre los que se han enfocado como investigadores y todos ellos lograron aportar mucho a los asistentes.
Además, la convivencia inter-univesitaria es divertida; logré conocer personas con los mismos intereses que yo y compartir ideas respecto a los temas. También debo mencionar que me gustó mucho Veracruz, pues me recordó mucho a mi natal Acapulco, sólo que con muchos más rasgos históricos.
En resumidas cuentas el mensaje de todas las mesas fue que la crisis es sistémica y es más real de lo que se puede imaginar, lo cual más que un motivo de desanimo se vislumbra como una oportunidad de renovar nuestras mentes y nuestras acciones para corregir lo que nos está perjudicando y buscar que una vida con dignidad sea disfrutada por una generalidad y no por minorías.
No me arrepiento de haber ido a este Congreso. Sin duda, recordaré esta experiencia como una de las más gratas de mi vida universitaria.
Si bien se le destina una parte del tiempo a momentos de convivencia, el Congreso resulta una experiencia académica buena. Para empezar, participan profesores de la facultad de los que siempre quieres ver más, así como profesores de universidades muy diversas que enriquecen el abanico de enfoques sobre ciertos temas. Un aspecto que me parece fantástico es que haya en total 108 mesas, pues de esta manera puedes elegir aquellas que más se apeguen a tus intereses.
Resultó muy satisfactorio ver a jóvenes de nuestra facultad tan comprometidos con la investigación y el desarrollo de conocimiento, lo que sin duda es una de las fortalezas de nuestra universidad, y a la vez un rasgo definitorio. Muchos de los adjuntos que actualmente trabajan en la facultad expusieron los temas sobre los que se han enfocado como investigadores y todos ellos lograron aportar mucho a los asistentes.
Además, la convivencia inter-univesitaria es divertida; logré conocer personas con los mismos intereses que yo y compartir ideas respecto a los temas. También debo mencionar que me gustó mucho Veracruz, pues me recordó mucho a mi natal Acapulco, sólo que con muchos más rasgos históricos.
En resumidas cuentas el mensaje de todas las mesas fue que la crisis es sistémica y es más real de lo que se puede imaginar, lo cual más que un motivo de desanimo se vislumbra como una oportunidad de renovar nuestras mentes y nuestras acciones para corregir lo que nos está perjudicando y buscar que una vida con dignidad sea disfrutada por una generalidad y no por minorías.
No me arrepiento de haber ido a este Congreso. Sin duda, recordaré esta experiencia como una de las más gratas de mi vida universitaria.
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