martes, 3 de noviembre de 2009

De Peter a Amelia (Carta I)

Boston, Massachussetts
4 de Noviembre de 2009

Querida Amelia Collins:

Me dirijo a ti porque considero altamente necesario aclarar lo que sucede entre nosotros. Para poder hacerlo he de remitirme al pasado, al momento en que te conocí, pues desde entonces comencé a estar en deuda contigo. Apareciste y visualicé una posibilidad, una posibilidad de experimentar una historia de amor como aquellas de las películas de Cary Grant: divertida, fresca y caracterizada por la entrega.

Te digo que desde entonces te estoy en deuda porque fui totalmente egoísta, yo quería vivir un romance, pero nunca te pregunté si tu querías protagonizarlo conmigo, te sustraje de tu rol de la compañera inteligente y risueña de la clase para colocarte en mis sueños y esperanzas. Perdóname Amelia, nunca quise robarte tu libertad.

Pero no me detuve, decidí intentarlo. Ya me decían Edie y Maxi que esto de las relaciones de pareja tiene mucho que ver con tomar riesgos y que no perdía nada con lanzarme a la aventura, a la conquista. El problema fue que tenía miedo a fallar, y aunque opté por el riesgo, me limitaba; quería darte a un caballero, a un hombre inteligente y cariñoso, quería ser tu novio ideal. De nueva cuenta, no te pregunté si tú querías, y es por esto que pongo a tu consideración una segunda disculpa.

Pero no me detuve, seguí intentándolo. Te ahuyenté, lo sé. Nadie puede disfrutar de la compañía de alguien que se juzga constantemente, que no se considera digno de un amor especial. Pero he de confesarte que tú también me ahuyentaste: te vi perder tu inocencia y tu dulzura para transformarte en el personaje de mujer luchadora y liberada, mas no te puedo juzgar, tu estabas queriendo ser alguien tanto como yo lo hacía, y entonces, vislumbre el final.

Pero no me detuve, lo intenté de nuevo. Esta vez me sorprendiste, te pude admirar y ver como la más grandiosa de todas las muchachas. Conversábamos, reíamos, nos apoyábamos. Desafortunadamente te fallé, busqué la manera de sacarte de mis pensamientos y de negarte a mi corazón. Tenía miedo Amelia, miedo de ti, miedo de mí y del amor. Es momento de ofrecerte una tercera disculpa, esta vez por mi cobardía, por dejarte ir, por no entender que me brindabas una oportunidad.

Ahora, Amelia, no sé si detenerme o volverlo a intentar. Esta carta es una súplica de una respuesta, de una señal, de un motivo. Aquí estoy Amelia, despojándome del miedo y mi comodidad, desolado, vulnerable. El día en que respondas esta carta seré feliz. Sólo eso te pido, una respuesta. Te devuelvo tu libertad, sé tú misma, ya no más el objeto de las ilusiones de un egoísta.

Te quiere,

Peter Maloney

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